Sus ojos verdes me miraron del otro lado de la calle, rápidamente me di cuenta del segundo eterno que comenzaba a andar. Por lo menos un metro setenta y cinco, caminó con su chaqueta enrollada en sus brazos y una mochila calzada, su pinta de gringa se notaba todo el rato, pasó por mi lado derecho, erguida, sin temor al presente y menos al futuro, sostuve la mirada tanto que nos sonreímos, nos reconocimos caminando, me voltee y ella estaba mirándome, tal cual se ve en las películas, tomando su bufanda y lanzándola al cuello, coqueteando y algo desordenada, lo mejor de todo, sonriendo, camine dos paso más y volví a voltear en el mismo instante que lo hacia ella, el segundo se perpetuo cruzando para el Bellas Artes, con una sonrisa que hace rato no me hacia cosquillas tan cerquita.